Actuar como oyente cuando el niño manifiesta cambios en sus emociones.
Validar cada emoción, sin juzgar ni
“castigar” conductas asociadas a ella. Si un niño llora porque está triste, debemos evitar frases como “ya pasó”, “no hay que llorar”, “cálmate”.
Fomentar la autonomía del menor con respecto a posibles decisiones que deba tomar.
Fomentar la libertad de expresión, comprendiendo que la diversidad es algo que caracteriza al individuo.
Si es necesario modelar alguna conducta, debemos expresarlo con amabilidad y cariño, mostrándonos incluso como ejemplo y modelo.
Enseñar el modelo asertivo respecto a habilidades sociales, mostrando a través de éste, los beneficios que se obtienen a consecuencia de pautas de actuación adecuadas.
Uno de nuestros pequeños, realizó ayer un emociómetro, registrando su emoción en el momento en el que entra a trabajar con nosotros.
Y tú, ¿tienes tu propio emociómetro?